Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.
Aldous Huxley
Visité al país comunista una semana antes de las navidades y desde que bajé del avión olí el mismo miedo de siempre, pero esa vez mezclado con incomodidad. El discurso oficial de prosperidad invisible contrastaba con el miserable nivel de vida de la gente. El empecinamiento enfermizo del gobierno en sanear sus cuentas personales había llevado al país a un deterioro económico inimaginable a costa de la capacidad de sacrificio de sus ciudadanos.
Los familiares, amigos del dictador y su cúpula de ineptos se enriquecían en tiempo récord. Los alimentos se racionaban y las colas de horas no garantizaban la compra de nada. Los apagones de varias horas al día le servían al gobierno para ahorrar energía y la importación de medicamentos esenciales se suspendió. La miseria se volvió endémica, la tristeza común y la apatía normalidad. La respuesta ante las críticas y protestas de algunos fue aumentar el control. La represión con mano de hierro de la seguridad del estado se incrementó y un clima de calma antes de la tormenta reinaba.
Todo comenzó en una de las ciudades mas importantes del país. La chispa que prendió la mecha resultó la exigencia dictatorial de trasladar a un sacerdote católico de parroquia. El cura se había vuelto popular e incómodo por su discurso contra a las políticas oficiales de austeridad y los llamados a resistir. Las manifestaciones en apoyo al cura se convirtieron en pedidos de libertad. El gobierno no dudó en mandar a la policía y al ejército a reprimir con la orden de matar. Encarcelaron a cientos de jóvenes que protestaban pacíficamente. Hubo muchos muertos. La ira popular se expandió por todo el país como si hubieran intentado apagar un fuego con gasolina.
El Gobierno preparó entonces una manifestación de apoyo “espontánea” en la capital. Miles de personas fueron obligadas y trasladadas a la plaza contigua a la sede del gobierno. El dictador habló las mismas palabras, continuidad, esfuerzo, sacrificio, enemigos, traidores, pero todo se salió de control. Los abucheos y reclamos de libertad por los que debían aplaudir confundió a toda la cúpula de dirigentes, ya de por sí de pocas luces. En un ataque de desprecio al pueblo, el dictador calificó a sus críticos como gusanos antisociales y les prohibió enterrar a sus muertos. Los que debían apoyar rompieron las barreras de contención y entraron al palacio de gobierno.
El dictador y su esposa huyeron como ratas, La policía política disparaba en franca minoría. Los manifestantes enfurecidos destruyeron y quemaron parte del palacio de gobierno. Se desató la guerra civil, de un bando la seguridad del estado con algunos militares fieles y por el otro la mayoría del ejército, las organizaciones opositoras unidas, la población y los miembros del gobierno más inteligentes que supieron cual era el caballo perdedor.
Tras días de incertidumbre y enfrentamientos armados, un gobierno provisional integrado por antiguos miembros comunistas de segunda fila tomó posesión del país. Su primera noticia al pueblo resultó la confirmación que el dictador y su esposa habían sido capturados mientras se escondían en una base militar rebelde. Ningún gobierno extranjero los recibió. El dictador se había vuelto un apestado.
…quien no tiene respeto por sus enemigos en el enfrentamiento, no puede esperar clemencia en su derrota.
El final del dictador y de su esposa fue rápido y brutal, incluso podría catalogarse como injusto o ilegal, pero quien no tiene respeto por sus enemigos en el enfrentamiento, no puede esperar clemencia en su derrota. En una pantomima de juicio esprés donde el dictador parecía no entender nada, él y su esposa fueron condenados a muerte por crímenes de lesa humanidad, corrupción y otros cargos. Los dos cargaron con toda la culpa del desastre comunista. El fusilamiento apurado fue filmado como espectáculo circense y vendido a buen precio a la prensa internacional.
La sangre del dictador y su esposa aplacó los ánimos y el pueblo alcanzó a la paz (la prosperidad es otrs cosa) dirigido por losque cambiaron a tiempo el carnet del partido comunista de Rumania por el de demócratas.
La historia, quizás detrás de la curva, espera ansiosa por repetirse.